sábado, 13 de mayo de 2017

Hoy se presenta el precioso tapiz floral de la Virgen de los Desamparados realizado por Decourba

Hoy sábado la plaza de la Virgen de los Desamparados acogerá la celebración de la fiesta de la patrona de la ciudad donde un gran tapiz floral presidirá la plaza. La estructura representará el momento de la entrada de la patrona de València a la Catedral, por la puerta de los hierros, en el acto del traslado desde su Basílica.

El panel, adornado con variados colores tendrá unas dimensiones de 11 metros de alto y 8,55 de ancho. Asimismo, estará completamente rodeado por una cenefa de 1,30 metros compuesta por motivos florales y decorativos acorde con el tapiz, coronado por un motivo circular con el escudo de la ciudad de València.

Las flores que se utilizarán son manzanilla, sanguinaria siempreviva, claveles y otras variedades y el tapiz integrará «un total de 82 colores», según han indicado fuentes de la empresa Decourba, de Villenaencargada de su realización por tercer año consecutivo.

Quizás sea por eso que para este año, la empresa  Decourba, ubicada en Ctra. de Biar s/n (Partida la Solana nº 6), en Villena , encargada de nuevo, por tercer año consecutivo, de realizar el tapiz floral que presidirá los actos conmemorativos de la festividad en honor a la patrona de Valencia, la Mare de Déu dels Desemparats, haya elegido como motivo del tapiz una imagen del traslado, la que más emociona cada año a devotos y asistentes. 

En esta línea de celebraciones, los vendedores del Mercat Central de València quisieron homenajear a la patrona de la ciudad y celebraron ayer, su tradicional ofrenda de flores a la imagen de la Verge dels Desamparats, que durante todo el año se venera en una capilla dentro del propio mercado. La imagen permanecerá expuesta una semana en el centro del recinto. El acto de veneración comenzó con una oración en el interior del mercado, a cargo del párroco de los Santos Juanes, Vicente Vicedo.

A continuación, los vendedores entonaron «Cants d'albaes» así como el himno de la coronación de la patrona ante su imagen, que recibió la ofrenda floral de las Camareras de la Virgen del Mercado Central, que también son vendedoras y que se encargan del cuidado de la imagen y de la organización del homenaje.

Al igual que otros años, durante esos siete días los vendedores recogerán donativos en una urna y destinarán los fondos recaudados a la Casa de la Caridad.



Celebran 100 años de las apariciones de la Virgen de Fátima

El Papa Francisco presidió en el atrio del Santuario de Nuestra Señora de Fátima la Misa de canonización de los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto, los niños que en 1917 fueron testigos de las apariciones de la Virgen en esta localidad portuguesa.

A continuación el texto completo de la homilía:
«Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol», dice el vidente de Patmos en el Apocalipsis (12,1), señalando además que ella estaba a punto de dar a luz a un hijo. Después, en el Evangelio, hemos escuchado cómo Jesús le dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27).
Tenemos una Madre, una «Señora muy bella», comentaban entre ellos los videntes de Fátima mientras regresaban a casa, en aquel bendito 13 de mayo de hace cien años. Y, por la noche, Jacinta no pudo contenerse y reveló el secreto a su madre: «Hoy he visto a la Virgen». Habían visto a la Madre del cielo. En la estela de luz que seguían con sus ojos, se posaron los ojos de muchos, pero… estos no la vieron. La Virgen Madre no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto.
Pero ella, previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida
?a menudo propuesta e impuesta? sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre, porque, como hemos escuchado en la primera lectura, «fue arrebatado su hijo junto a Dios» (Ap 12,5). Y, según las palabras de Lucía, los tres privilegiados se encontraban dentro de la Luz de Dios que la Virgen irradiaba. Ella los rodeaba con el manto de Luz que Dios le había dado. Según el creer y el sentir de muchos peregrinos —por no decir de todos—, Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús».
Queridos Peregrinos, tenemos una Madre. Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús, porque, como hemos escuchado en la segunda lectura, «los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo» (Rm 5,17). Cuando Jesús subió al cielo, llevó junto al Padre celeste a la humanidad ?nuestra humanidad? que había asumido en el seno de la Virgen Madre, y que nunca dejará.
Como un ancla, fijemos nuestra esperanza en esa humanidad colocada en el cielo a la derecha del Padre (cf. Ef 2,6). Que esta esperanza sea el impulso de nuestra vida. Una esperanza que nos sostenga siempre, hasta el último suspiro.
Con esta esperanza, nos hemos reunido aquí para dar gracias por las innumerables bendiciones que el Cielo ha derramado en estos cien años, y que han transcurrido bajo el manto de Luz que la Virgen, desde este Portugal rico en esperanza, ha extendido hasta los cuatro ángulos de la tierra. Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las  contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a «Jesús oculto» en el Sagrario.
En sus Memorias (III, n.6), Sor Lucía da la palabra a Jacinta, que había recibido una visión: «¿No ves muchas carreteras, muchos caminos y campos llenos de gente que lloran de hambre por no tener nada para comer? ¿Y el Santo Padre en una iglesia, rezando delante del Inmaculado Corazón de María? ¿Y tanta gente rezando con él?» Gracias por haberme acompañado. No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas. Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados. Queridos hermanos: pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda.
En efecto, él nos ha creado como una esperanza para los demás, una esperanza real y realizable en el estado de vida de cada uno. Al «pedir» y «exigir» de cada uno de nosotros el cumplimiento de los compromisos del propio estado (Carta de sor Lucía, 28 de febrero de 1943), el cielo activa aquí una auténtica y precisa movilización general contra esa indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía. No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24): lo ha dicho y lo ha hecho el Señor, que siempre nos precede. Cuando pasamos por alguna cruz, él ya ha pasado antes. De este modo, no subimos a la cruz para encontrar a Jesús, sino que ha sido él el que se ha humillado y ha bajado hasta la cruz para encontrarnos a nosotros y, en nosotros, vencer las tinieblas del mal y llevarnos a la luz.
Que, con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor.