En Betania, un pueblecito cercano a Jerusalén, vivía una familia de la
cual dice el Evangelio un elegio hermosísimo: "Jesús amaba a Marta, a
María y a su hermano Lázaro". Difícil encontrar un detalle más simpático
acerca de alguna familia: eran muy amados por Jesús.
Los dos primeros años de su apostolado, Jesús estuvo la mayor parte del
tiempo en la provincia de Galilea, al norte de su país. Pero en el
tercer año se trasladó a Judea, en el sur, y con él sus discípulos. En
Jerusalén era bastante peligroso el quedarse por las noches porque los
enemigos le habían jurado guerra a muerte y buscaban cualquier ocasión
propicia para matar al Redentor. Pero allí, a cuatro kilómetros de
Jerusalén, había un pueblecito tranquilo y amable y en él un hogar donde
Jesús se sentía bien. Era el hogar de Marta, María y Lázaro. En esta
casa siempre había una habitación lista y bien arreglada para recibir al
Divino Maestro, cualquier día a la hora en que llegara. Y tres
corazones verdaderamente amigos de Jesús, le esperaban con afecto
fraternal. Allí Jesús se sentía como en su casa. (S. Marta es la patrona
de los hoteleros, porque sabía atender muy bien). Con razón dice el
Evangelio que Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Que bueno fuera
que de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir lo que la Biblia
afirma del hogar de estas tres afortunadas personas.