Primera Comunión, última comunión: ésta es la
principal preocupación de muchos sacerdotes y catequistas al constatar,
a menudo, la poca penetración que tiene la formación catequética en los
niños y la poca implicación de los padres en la formación religiosa de
sus hijos. En este contexto, las catequesis familiares se ofrecen como
la mejor solución no sólo para que los niños continúen en la Iglesia,
sino también para que en sus familias se viva un ambiente que asegure,
en la medida de lo posible, la amistad con Jesús para toda la vida.
«Se acercan las Primeras Comuniones. Sí, esas celebraciones en las
que un grupo de niños viene, en muchos casos disfrazados, a la
Eucaristía de la comunidad cristiana. Para bastantes de ellos, es la
primera vez que entran en el templo, a no ser que alguna estratagema de
los catequistas les obligue a asistir, de vez en cuando, a la Misa
dominical. Es un buen momento para reflexionar sobre este aspecto de la
Iniciación cristiana, que año tras año hace sufrir a tantos catequistas y
a tantos sacerdotes. ¿No habría que replantearse el qué hacemos en
estas celebraciones?»: éste es uno de los muchos comentarios que
circulan por Internet en estos días en que se celebra la Primera
Comunión de muchos niños.
Un sacerdote escribe: «Cada año, tengo la impresión de que todo
degenera en algo cada vez con más sentido profano y menos religioso. En
la primera tanda, que celebramos el día 2 de mayo, simplemente apunto un
comentario de unos padres que asistían a la Eucaristía y que me
contaron unos catequistas que estaban a su lado: Éste es el peor momento
del día de la Comunión, tener que aguantar el rollo de la Misa».
Si ya es preocupante la poca formación que tienen muchos niños que
llegan a la Primera Comunión, más triste es que su primer acercamiento
al Señor en este Sacramento no tenga continuidad en los años siguientes,
y que en muchas ocasiones ésta sea la última vez que pisan una iglesia.
En muchas ocasiones, esta carencia se debe al poco apoyo que la
catequesis encuentra en los padres. La siguiente anécdota la refiere un
catequista: «El otro día, pregunté a los niños cuántos de ellos iban a
Misa los domingos, y sólo dos niños, de 10, levantaron la mano». Es
imposible que la chispa de fe que prende las catequesis en los niños
aumente en un clima familiar no ya contrario, sino simplemente
indiferente al desarrollo religioso de los más pequeños.
Para aliviar esta situación, están apuntando en España algunas
iniciativas que pretenden trascender una pastoral meramente sacramental,
que apenas logra retener a los niños en la Iglesia, y buscan un proceso
de catequesis que incluya también a la familia.
La diócesis de Santander se ha planteado, como objetivo de su
pastoral diocesana, difundir la llamada Catequesis familiar, con la que
se pretende fomentar el paso de una catequesis «eminentemente centrada
en los sacramentos», a una catequesis entendida como «un proceso estable
de educación en la fe». Para ello, están desarrollando un proceso
catequético infantil según un modelo de catequesis familiar, que
implique también a los padres. «Ésta es la única forma de evangelizar a
los niños de Primera Comunión»: así de claro se expresa don Juan Cuevas,
párroco de San Pedro de Pedreña (Santander), que lleva ya 18 años
impartiendo este tipo de catequesis en su parroquia. E insiste: «Lo de
las catequesis sólo para niños no tiene sentido; entran en juego los
sentimientos, las actitudes, la comunión con la Iglesia…, y si los
padres no están ahí, los niños no continúan después».
Por eso, y tras una
experiencia en París que le dio a conocer el modo de implicar a los
padres en la formación religiosa de sus hijos -y así evangelizar de
alguna manera a los propios padres-, se lanzó a incluir las catequesis
familiares en su parroquia. «Al principio me llevé muchos palos
-recuerda don Juan-, porque los padres se rebelaban. Me decían que para
hacer la Primera Comunión no hacían falta los padres; pero, poco a poco,
les fui convenciendo. Ellos deben concienciarse que tienen que mojarse.
Luego vieron que disfrutaban todos, padres e hijos, con las catequesis.
Y muchos padres han ido invitando luego a otros padres. Y algunos
padres que estaban lejos…, vuelven a la Iglesia, y se crea un clima de
amistad y de comunicación con la Iglesia que es muy fuerte».
Sin los padres, imposible
Se trata de evangelizar a toda la familia, aprovechando la ocasión de
la Primera Comunión de los niños. A tiempo y a destiempo. Para ello, no
se ahorra esfuerzos: «Yo tengo con los padres una entrevista personal
-explica don Juan-; es importantísimo conocer a la familia del niño y
ver cómo respiran. Les explico que las catequesis no son para hacer la
Primera Comunión, sino para hacer la Iniciación cristiana. Y les pido
que, si quieren que sus hijos se inicien en la fe, ellos deben
participar activamente e involucrarse. En mi parroquia, sólo hay este
camino».
En la parroquia de San Pedro de Pedreña, los padres y los hijos
tienen una catequesis conjunta una vez al mes. «Todos trabajan en casa
con una hoja que les damos -cuenta don Juan-. Aparte de los catecismos
oficiales, les doy otra hojita con pistas para la catequesis, y luego en
la parroquia la ponemos en común, y después hacemos un balance de cada
tema. Las reuniones las comenzamos todos juntos; luego los niños van a
jugar y me quedo con los padres una m
Las catequesis familiares no se limitan a la formación de los niños,
ni terminan su itinerario con la Primera Comunión, sino que van más
allá, al demandar en su recorrido la presencia y colaboración de los
padres. Al final, en esta parroquia cántabra, las catequesis familiares
hacen posible que a las catequesis de postcomunión se apunten cerca del
70% de las familias que ya acabaron las catequesis de comunión. Es
decir, de cada diez familias cuyos hijos hacen la Primera Comunión este
año, alrededor de siete continuarán el año que viene en postcomunión:
los hijos…, y también los padres.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo