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Audiencia con San Juan Pablo II |
Conociendo muy por encima la vida de
quien fuera a mi juicio un importante empresario de esta Noble Ciudad de
Villena, Bernardo García-Forte Pérez, y que diera trabajo a cientos de familias
donde tenía sus empresas, me detiene en hacerle un modesto reconocimiento
extraído de sus memorias que en su día quiso rubricar, y de este modo dejar
constancia de su intensa vida en el panorama empresarial, religioso y social.
García-Forte, falleció hace diez años,
1 de febrero de 2007. Me viene a la mente aquella propuesta que se lanzó de
dedicar un espacio público con el nombre del empresario, motivos los tenía, por
múltiples razones, pero aquella idea, se quedó en el aire.
Pero ahora toca hablar de su
vinculación con los Salesianos y de forma especial, con el Beato D. Julián
Rodríguez, (muy amigos).
Su primer colegio de Bernardo, fue las Hermanas de Carmelitas, donde se formó en
su infancia. Quizás y según reflejó en su día, su paso por el colegio de Los
Salesianos, le dejó gratos recuerdos que le serviría para toda su vida. La efusiva
amistad con que fuera –su maestro y amigo-, el Beato Salesiano D. Julián, le sorprendió
por los procedimientos aplicados en la formación poco usual de la década de los
treinta. El Salesiano, dejó una honda huella en el empresario villenense. Fue
traslado a Villena pocos meses antes de la guerra civil; y murió poco después
del inicio de ésta fusilado en un picadero de la localidad valenciana de
Paterna, como tantos otros que perdieron
la vida en el transcurso de aquella absurda guerra fratricida que ensangrentó a España durante casi tres
años.
García-Forte, estuvo hasta el año 1936
formándose en el colegio, fue cerrado en julio de aquel año a consecuencia de
la guerra, en sus memorias, relata que estuvo dando clases de comercio,
precisamente en el último curso que en el centro se impartía, cuando acabo el
año escolar en aquel fatídico verano de 1936.
“Contaba entonces con trece años, y el
estallido de la contienda marcó para siempre el fin de mis estudios. Ya no habría
de recibir más enseñanzas, al menos de ese tipo. Mi peripecia vital,
circunstancias en las que me he visto envuelto, tantas y dispares en el
ejercicio de mi actividad durante tantos años, son también una escuela de
formación personal, que en ocasiones ha llegado a revestir excesiva dureza”,
hace referencia recordando con nostalgia a Los Salesianos.
Quizás un buen recuerdo y que quiso
darle luz en las memorias que escribió a principios del nuevo siglo XXI, fue la
tarjeta postal que adjunto en este escrito. D. Julián, un año antes de ser
tristemente fusilado, le mandó a su alumno Bernardo en septiembre de 1935, unas
líneas de gran amistad.
“Querido Bernaedín:
Dos letras nada más para acusar recibo
de la tuya agradeciéndotela y lamentar que la venida tanto tuya como la de tu
tío Primitivo no se ha realizado. Supongo que habrás vuelto grueso del campo de
Yecla. Saluda a los amigos y a polvorilla y créeme siempre fiel amigo”
Julián Rodriguez.
Sobre el Beato
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D. Julián Rodríguez |
Nacido en Salamanca, provincia y
diócesis de Salamanca, el 10 de octubre de 1896. Conoció a los salesianos en
esta ciudad y se sintió inclinado a ser uno de ellos. Y después de haber
superado algunas dificultades de orden intelectual y psicológico, por fin llegó
a ser sacerdote salesiano en 1930, cuando ya casi contaba 34 años de edad.
A los ojos de todos, aparecía como un
hombre piadoso, sacrificado y totalmente inmerso en su actividad educativa. El
18 de julio de 1936 se encontraba en la casa de Valencia, calle Sagunto,
haciendo también los ejercicios espirituales, y, por tanto, sufrió en su carne
las molestias y las zozobras de aquellos días. El 29 de julio, una vez libre de
la cárcel, halló cobijo sucesivamente en casa de dos bienhechores. Pero
consciente de que, como sacerdote, era un peligro seguro para las familias que
le pudieran acoger, decidió presentarse en el Gobierno Civil, donde expuso su
condición de clérigo y su falta absoluta de medios de subsistencia. Aquel gesto
equivalía, en la práctica, a entregarse al enemigo con las manos atadas: su
destino fue la Cárcel Modelo de Mislata. Era el 3 de septiembre de 1936.
Director en Villena y en Alicante, sufrió en su propio cuerpo, sonriendo,
las violencias de 1931; fue amenazado por un grupo que asaltó la escuela.
Aunque los asaltantes hablaban de la necesidad de matarlo o pegarle, él no
perdió jamás su sonrisa. Pasó por las casa de Sarriá (Barcelona), Huesca,
Campello, Villena, Alicante y Valencia. Se mostraba siempre sereno, también
durante el asalto a la escuela y su encarcelamiento.
Probablemente, al mismo tiempo sacaron
de sus celdas a los otros cuatro salesianos: era la madrugada del 9 de
diciembre de 1936. Les quitaron la vida por disparos de armas de fuego al día
siguiente, en el Picadero del término de Paterna.
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Tarjeta Postal |
Por. O.N.E.A.
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