sábado, 14 de octubre de 2017

LA AMISTAD DEL BEATO SALESIANO FUSILADO D. JULIÁN RODRÍGUEZ CON EL EMPRESARIO BERNARDO GARCÍA-FORTE



Audiencia con San Juan Pablo II
Conociendo muy por encima la vida de quien fuera a mi juicio un importante empresario de esta Noble Ciudad de Villena, Bernardo García-Forte Pérez, y que diera trabajo a cientos de familias donde tenía sus empresas, me detiene en hacerle un modesto reconocimiento extraído de sus memorias que en su día quiso rubricar, y de este modo dejar constancia de su intensa vida en el panorama  empresarial, religioso y social.
García-Forte, falleció hace diez años, 1 de febrero de 2007. Me viene a la mente aquella propuesta que se lanzó de dedicar un espacio público con el nombre del empresario, motivos los tenía, por múltiples razones, pero aquella idea, se quedó en el aire.

Pero ahora toca hablar de su vinculación con los Salesianos y de forma especial, con el Beato D. Julián Rodríguez, (muy amigos).
Su primer colegio de Bernardo, fue  las Hermanas de Carmelitas, donde se formó en su infancia. Quizás y según reflejó en su día, su paso por el colegio de Los Salesianos, le dejó gratos recuerdos que le serviría para toda su vida. La efusiva amistad con que fuera –su maestro y amigo-,  el Beato Salesiano D. Julián, le sorprendió por los procedimientos aplicados en la formación poco usual de la década de los treinta. El Salesiano, dejó una honda huella en el empresario villenense. Fue traslado a Villena pocos meses antes de la guerra civil; y murió poco después del inicio de ésta fusilado en un picadero de la localidad valenciana de Paterna, como tantos otros  que perdieron la vida en el transcurso de aquella absurda guerra fratricida  que ensangrentó a España durante casi tres años.

García-Forte, estuvo hasta el año 1936 formándose en el colegio, fue cerrado en julio de aquel año a consecuencia de la guerra, en sus memorias, relata que estuvo dando clases de comercio, precisamente en el último curso que en el centro se impartía, cuando acabo el año escolar en aquel fatídico verano de 1936.
“Contaba entonces con trece años, y el estallido de la contienda marcó para siempre el fin de mis estudios. Ya no habría de recibir más enseñanzas, al menos de ese tipo. Mi peripecia vital, circunstancias en las que me he visto envuelto, tantas y dispares en el ejercicio de mi actividad durante tantos años, son también una escuela de formación personal, que en ocasiones ha llegado a revestir excesiva dureza”, hace referencia recordando con nostalgia a Los Salesianos.

Quizás un buen recuerdo y que quiso darle luz en las memorias que escribió a principios del nuevo siglo XXI, fue la tarjeta postal que adjunto en este escrito. D. Julián, un año antes de ser tristemente fusilado, le mandó a su alumno Bernardo en septiembre de 1935, unas líneas de gran amistad.

“Querido Bernaedín:

Dos letras nada más para acusar recibo de la tuya agradeciéndotela y lamentar que la venida tanto tuya como la de tu tío Primitivo no se ha realizado. Supongo que habrás vuelto grueso del campo de Yecla. Saluda a los amigos y a polvorilla y créeme siempre fiel amigo”

Julián Rodriguez.

Sobre el Beato
D. Julián Rodríguez
Nacido en Salamanca, provincia y diócesis de Salamanca, el 10 de octu­bre de 1896. Conoció a los salesianos en esta ciudad y se sintió inclinado a ser uno de ellos. Y después de haber superado algunas dificultades de orden intelectual y psicológico, por fin llegó a ser sacerdote salesiano en 1930, cuando ya casi contaba 34 años de edad.
A los ojos de todos, apare­cía como un hombre piadoso, sacrificado y totalmente inmerso en su acti­vidad educativa. El 18 de julio de 1936 se encontraba en la casa de Valen­cia, calle Sagunto, haciendo también los ejercicios espirituales, y, por tanto, sufrió en su carne las molestias y las zozobras de aquellos días. El 29 de julio, una vez libre de la cárcel, halló cobijo sucesivamente en casa de dos bienhechores. Pero consciente de que, como sacerdote, era un peligro seguro para las familias que le pudieran acoger, decidió presentarse en el Gobierno Civil, donde expuso su condición de clérigo y su falta absoluta de medios de subsistencia. Aquel gesto equivalía, en la práctica, a entre­garse al enemigo con las manos atadas: su destino fue la Cárcel Modelo de Mislata. Era el 3 de septiembre de 1936.

Director en Villena y en Alicante, sufrió en su propio cuerpo, sonriendo, las violencias de 1931; fue amenazado por un grupo que asaltó la escuela. Aunque los asaltantes hablaban de la necesidad de matarlo o pegarle, él no perdió jamás su sonrisa. Pasó por las casa de Sarriá (Barcelona), Huesca, Campello, Villena, Alicante y Valencia. Se mostraba siempre sereno, también durante el asalto a la escuela y su encarcelamiento.

Probablemente, al mismo tiempo sacaron de sus celdas a los otros cuatro salesianos: era la madrugada del 9 de diciembre de 1936. Les quitaron la vida por disparos de armas de fuego al día siguiente, en el Picadero del término de Paterna.

Tarjeta Postal
Por. O.N.E.A.
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