Juan 16,20-23ª
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y
os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros
estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La
mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su
hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la
alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora
sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y
nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»
Reflexión
Jesús va a entregar su vida por nosotros, y en el Evangelio se
nos explica Jesús la situación en la que van a quedar los discípulos de
aparente soledad y orfandad. La afirmación que Jesús nos dirige hoy,
entra dentro de la lógica del amor. Si perdemos a alguien al que amamos,
la tristeza inunda nuestro corazón. Es lo que les va a suceder a los
apóstoles, con la muerte de Jesús hasta su resurrección, aunque sea por
poco tiempo. Solo le perdieron durante tres días. Porque después de
morir resucitó. Y después pudieron gozar de su presencia aunque de
manera distinta. “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie
os quitará vuestra alegría”.
Nosotros, cristianos del siglo XXI, también podemos gozar de la
presencia continua de Cristo. “El que me ama guardará mis mandamientos y
mi Padre y yo vendremos a él y haremos morada en él”. Su amor le lleva a
ser “el dulce huésped del alma”. Y su amor le lleva a hacerse pan y
vino y ofrecernos su presencia eucarística. Por eso, lo que debe
prevalecer entre nosotros no es la tristeza de la ausencia sino la
alegría de la presencia del ser amado. Lo que nos dará fuerzas para
vivir y anunciar la alegría del evangelio.
Por eso tratemos de vivir una vida plenamente humana pero con
actitudes semejantes a las de Jesús porque somos sus discípulos, sus
seguidores y estemos contentos y tranquilos porque nadie nos quitará
nuestra alegría. pues nuestros sufrimientos no nos llevan a la muerte,
sino a la vida, porque dan vida: La mujer, cuando va a dar a luz, siente
tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño,
ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un
hombre. así han de ser nuestros trabajos apostólicos. Buenos días.
Efrém Mira Pina.
Párroco de Santa María.