Estas palabras del Papa Francisco con motivo de
audiencia a los responsables de la educación
católica, revelan el profundo interés
que nuestra Iglesia ha mantenido durante
siglos por la educación de los niños y jóvenes
mirando en ellos el presente y fututo de
la sociedad de cada tiempo.
El mismo Papa Francisco recordaba en la
citada audiencia «La educación católica es
uno de los desafíos más importantes de la
Iglesia, dedicada hoy en realizar la nueva
evangelización en un contexto histórico y
cultural en constante transformación».
Ya Benedicto XVI nos invitaba a atender en
toda la sociedad lo que el mismo denomina
«la emergencia educativa» poniendo de
relieve que especialmente en este tiempo
toda la sociedad, desde la familia, la misma
Iglesia y las instituciones públicas debían
poner todo su empeño en consolidar y buscar
un consolidado y renovado proyecto
educativo basado en la verdad del hombre.
Siguiendo las intuiciones y propuestas del
Santo padre, nuestra iglesia diocesana y
nuestra provincia eclesiástica desea también
aportar a nuestra sociedad una la luz y
la experiencia que durante mucho tiempo,
la iglesia, desde tantos ámbitos e instituciones,
ha ofrecido a la sociedad para el bien común de todos en el mundo educativo en el
próximo congreso interdicoesano que Dios mediante
celebraremos conjuntamente el próximo
mes de Octubre. Con este encuentro, deseamos
reexionar juntos, padres y docentes, sobre las
necesidades actuales de la educación de los niños y jóvenes de los cuales somos responsables.
Ante este desafío no debemos dejarnos llevar del
pesimismo ni de la confrontación, sino que, con
magnanimidad, debemos buscar conjuntamente
el mejor don para niños y jóvenes superando miradas
cortas o intereses particulares.
Es muy elocuente la expresión del Papa Francisco
cuando arma, que la educación es un acto de
amor. Desde siglos, los cristianos la hemos vivido
como una de las obras de misericordia, en el
sentido mas amplio y grande de la palabra; pues
educar a la persona, es sin duda regalarle el mejor
equipamiento para desarrollar una vida feliz y
contribuir a una sociedad más acogedora, justa,
noble, honrada y fraterna, que para los cristianos,
hunde sus raíces en la palabra del evangelio y que
lejos de ser un impedimento para el crecimiento
personal y el progreso social, son garantía me y
sólida, de una sociedad más humana y desarrollada,
como tantas veces nos recuerda el Papa.
Este acto de amor nace, y de él, es garante la familia
que es la primera escuela donde recibimos
las semillas más importantes de nuestra persona.
Para ayudar a los padres como protagonistas en
esta tarea, la iglesia tiende la mano para acompañarles
en este camino, ofreciendo su cercanía
y experiencia; pues en muchas ocasiones, educar,
no resulta una tarea fácil.
No debemos desanimarnos,
sino en estrecha colaboración buscar y
estar sin cansarnos, acompañando a cada niño y
joven para el cual Dios tiene un plan único, una
vocación concreta al servicio de este mundo y de
los hombres.
Para la escuela, sobre todo para los docentes, recogiendo
las palabras del Papa, es hoy un reto sumamente
especial en estos momentos.
«El amor es exigente, pide utilizar los mejores recursos,
despertar la pasión y ponerse en camino
con paciencia junto a los jóvenes. En las escuelas
católicas el educador debe ser, ante todo, muy
competente, cuali cado y, al mismo tiempo, rico en humanidad, capaz de estar en medio de los
jóvenes con estilo pedagógico para promover
su crecimiento humano y espiritual. Los jóvenes
tienen necesidad de calidad en la enseñanza y, a
la vez, de valores, no sólo enunciados sino también
testimoniados. La coherencia es un factor
indispensable en la educación de los jóvenes. Coherencia.
No se puede hacer crecer, no se puede
educar sin coherencia: coherencia, testimonio».
Los desafíos actuales en la educación y en la familia
se convierten en una nueva oportunidad de
descubrir a la luz de la recta razón y de la Fe el
arte de saber aunar la riqueza de la experiencia
educativa de muchos años y los nuevos avances
que posibiliten una educación más personal y humanizadora.
Mantener un sano equilibrio entre
ambos nos ayudará a superar divergencias y oposiciones
entre ambos y evitar convertir la educación
en un mercado ideológico o económico. La
riqueza de un país son, ante todo, sus personas;
por eso, familias, escuelas y instituciones públicas
debemos poner todo nuestro empeño para que
la educación se convierta realmente, como indica
el papa, en un acto de amor, en una tarea que de
vida, y una vida abundante, que forje personas
íntegras en todas sus dimensiones, sin dejar ninguna
de éstas relegadas.
Por ello, queridos diocesanos, os invito participar
en la fase preparatoria de este encuentro
el próximo 5 de mayo en el Obispado. Tendremos
la oportunidad de compartir esta reexión
con el cardenal D. Fernando Sebastián, que sin
duda, nos ofrecerá desde su larga experiencia y
sabiduría unas orientaciones muy provechosas,
para continuar creciendo juntos y descubrir la
oportunidad que vivimos hoy los padres, la iglesia
y la sociedad para trabajar juntos, en un sano
diálogo, por una educación sólida en la raíz y en
el tiempo. Así verdaderamente la educación se
convertirá en un verdadero acto de amor hacia
cada niño y joven sin distinción, forjando juntos,
en expresión de S. Juan Pablo II «la nueva civilización
de amor». Un desafío, un reto apasionante
para todos.
+ Jesús Murgui Soriano
Obispo de Orihuela-Alicante