viernes, 21 de abril de 2017

Sábado de la Octava de Pascua. Reflexión de D. Efrém Mira Pina

Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: – «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»
Reflexión
      El Evangelio nos habla hoy de los primeros testigos de la Resurrección: Jesús se aparece tres veces, las dos primeras sólo a discípulos –María Magdalena y a Cleofás y “el otro” discípulo de Emaús-; la tercera, a los Once. Tres presencias que tratan de levantar el ánimo a una comunidad un tanto decepcionada porque no acaba de entender lo que está pasando. María Magdalena tiene el privilegio de ser la primera en ver a Jesús resucitado. “Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban tristes y llorando. Al oírla decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron”. Típico, no lo esperaban en absoluto; y, además, ¿por qué se iba a aparecer a una mujer y no a ellos? Los dos de Emaús no tuvieron mejor suerte. “También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no les creyeron”. Hasta que Jesús, se aparecerse a los once. Lo que no esperaban era que les hablara de su actitud: “Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado”.
         Del decaimiento, expresión de incredulidad, se pasa por el envío del Señor, al alegre seguimiento, porque no se rechaza ni la cruz ni los deberes que se ponen de relieve tras la resurrección. Hay que llevar la Buena Noticia al mundo entero, a toda criatura para que todos tengan la inigualable oportunidad de saberse hijos de un Dios que se complace en su hijo Jesús y que nos asume a todos los hombres como lo mejor de su corazón. El camino de la fe queda abierto porque la palabra que salva. “Id al mundo entero –les dijo- y predicad el Evangelio a toda la creación”. Oírlo, muy fácil y hasta emocionante; cumplirlo, no tanto, dado cómo estaban de desfondados. Quizá sea más emocionante todavía para nosotros, viendo su estado de ánimo, comprobar el cambio humanamente inexplicable que se va produciendo en sus personas y que dará lugar a lo que seguimos celebrando después de dos mil años sus seguidores. Dejémonos también encontrar por Jesús y creyendo a los testigos, convirtámonos en uno de ellos que sigan cumpliendo el mandato de Jesús. Feliz Pascua.
 Efrém Mira Pina
Viceconsiliario MCC España